"El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, por que estará obligado a inventar veinte más, para sostener la certeza de la primera" ~Friedrich Nietzsche (1844-1900)
Escribe @berkeliana
En los días pasados entre aplausos y fondo verde, la Sra. Alcaldesa de
Lima, Susana Villarán, pidió por tercera
vez otra oportunidad para, según ella, terminar sus obras. Obras que según
agrega, fueron “truncadas” por el proceso de la revocatoria. También habló de “atreverse” a lanzar su
candidatura a la reelección. Aunque “atreverse”
suene a acto de valentía, en realidad es un acto de faltar a la palabra, aquella
palabra empeñada de no ir a una reelección para no ser revocada. Mejor dicho
para la alcaldesa ahora la mentira, es “atreverse”, un completo sin sentido que
no corresponde al enunciado. Es así como
un concepto entendido como unidad lógica, pasa a ser una imagen, un conjunto
disperso de representación donde todas las posibilidades e imposibilidades
interpretativas son válidas.
Claramente la Sra. alcaldesa empeñó su palabra como Susana Villarán,
pero ahora dice que su palabra es “palabra de mujer”, evadiendo así con el uso del género la
responsabilidad de la pobre gestión que ella tuvo. Pero aquellos que aplauden en la tribuna, no
perciben el peligro de encerrar a la mujer en un contexto que la
despersonaliza, y que la encierra en ese mundo de dominación patriarcal,
del que la mujer a través del tiempo, continua apartándose. Más aún, bajo esta lupa, la Sra. alcaldesa proyecta la
imagen que la mujer es incapaz, tal y cual ha sido su gestión edil. Esta proyección de incapacidad del género
femenino es una propuesta catastrófica para la premisa que “cree que
el feminismo es una política que busca un cambio estructural en las relaciones
de poder en muchas áreas de la sociedad” (Weedon 1987:1).
Asimismo, su campaña se inicia con el concepto de “Susana se atreve”,
aquel que según ella, se produce debido a un “cambio de opinión”. Pero, si bien los conceptos pueden ser el
contenido significativo de determinadas palabras, las palabras no son los
conceptos, sino únicamente los signos, los símbolos de las
significaciones. Ciertamente pueden
haber conceptos sin palabras, así como también hay palabras sin concepto, y por ende sin
sentido. En este caso "atreverse" y "cambiar de opinión" no tiene sentido como acto de valentía y de verdad, pues carece de las
significaciones correspondientes. La
Sra. alcaldesa prometió no ir a la re elección, y faltó a su palabra, mintió,
sus palabras entonces, no tienen ni valor, ni sentido con la realidad
establecida.
Igualmente sobre la mentira, el 29 de marzo del 2004 en su discurso como vicepresidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ante la Organización de Estados Americanos, la Sra. Villarán se anuncia como Doctora, cuando es conocido que ella sólo tiene secundaria completa. Además en el comunicado de prensa del 26 de febrero del 2004, la misma Comisión Interamericana de Derechos Humanos da a conocer su condición de Doctora, del cual no deslinda. Es lamentable que quién ostentaba un cargo de representación a nivel internacional no desmienta dicha equivocación plasmada en documentos que tienen impacto y trascendencia internacional, y que desvirtúa el hecho mismo que ella sostiene: el valor de la palabra mujer. Por lo tanto la Sra. Villarán al haber usurpado un título que no tiene, miente.
Finalmente, cabe señalar que aún cuando en la época moderna el debate
continúa sobre el vínculo del concepto y el desarrollo de las ideas, mientras
predomine el empirismo, el aprovechamiento y el mal uso de los conceptos, sobretodo en política, tendremos un “empobrecimiento de la realidad o falsificaciones de ella”
(Descartes, Leibniz, y Kant). Mientras
estas practicas se permitan como una manera válida de hacer política en el
Perú; tendremos políticos electos de baja calidad y mentirosos. Mientras se deje la realidad a la intuición y
a la sicología de interpretación, se tendrá una realidad distorsionada. Las palabras de Susana Villarán son un claro
ejemplo de distorsión no sólo de la realidad, sino de la verdad. Definitivamente el personaje estrella de Carlo Lorenzini no
pasa de moda en la política peruana, ¿a cuántos más le habrá crecido la nariz?